Camilo Sesto inédito: un hallazgo insólito para la historia del pop español

Camilo era mucho Camilo. Puede que más de lo que incluso sus seguidores acérrimos —y a día de hoy aún quedan unos cuantos— pudieran sospechar. El autor de Vivir así es morir de amor, Algo de mí, El amor de mi vida o Perdóname, entre otros himnos inmarcesibles de la canción melódica de los años setenta, tuvo tiempo de componer más de 200 temas y poner en circulación dos docenas de álbumes de los que despachó 175 millones de ejemplares, pero a lo largo de su trayectoria dejó al menos 10 piezas originales completamente finalizadas que nunca llegó a editar y de las que no existía la más mínima constancia documental por ninguna parte. Estos valiosos hallazgos (“tan emocionantes como encontrar tesoros en las tumbas egipcias”, exclama su descubridor, el productor Pepe Herrero) verán la luz este viernes dentro de la caja antológica de cuatro CD Camilo Forever, la aproximación más exhaustiva y rigurosa a la obra de un artista singular al que terminó devorando su propia leyenda.

La publicación de Camilo Forever, que se circunscribe al periodo mágico de 1972 a 1986, representa ahora “un acto histórico de justicia”, en resumen de Amando Cifuentes, jefe de catálogo en Sony Music y máximo impulsor de una iniciativa fonográfica insólita entre artistas españoles. Pero la ocasión lo merecía; más cuando entre las 82 piezas recopiladas se deslizan, junto a todos los 40 sencillos de aquel periodo, un buen periodo de rarezas (hay interpretaciones en inglés, portugués, italiano o alemán), colaboraciones, caras b, material muy poco divulgado… y, como gran joya de la corona, esa decena de misteriosos descubrimientos. Diez canciones que darían para un nuevo LP de Camilo.

Nadie recordaba ni tenía constancia o noción de esas composiciones. No constaban por ninguna parte, ni en internet ni siquiera en los dos gruesos volúmenes de Mi última canción, la “biografía autorizada” que la “amiga y fan incondicional” Elena Gómez de la Puerta puso en circulación con la aquiescencia del homenajeado. Y su mismo hallazgo tuvo algo de rocambolesco. Sony había remitido al productor Pepe Herrero (Fuenlabrada, Madrid, 46 años), orquestador en 2018 del recopilatorio Camilo Sinfónico, las grabaciones originales de Sesto para remasterizarlas y mejorar su sonido de cara a la presente reedición, pero en los archivos no constaban agrupadas por canciones, sino pista por pista. Es decir, los registros de la antigua discográfica Ariola se conservaban a partir de las tomas en 8, 16 o 24 canales de las mesas de sonido, lo que equivalía a escuchar por separado todas las voces e instrumentos e irlos vinculándolos unos con otros, como quien encaja las piezas de un rompecabezas. “Fue durante ese proceso”, relata Herrero, aún emocionado, “cuando fui encontrando temas que no me sonaban de nada ni se parecían a ninguna canción publicada. Buscaba en internet los textos que interpretaba Camilo y no había ni rastro. Era habitual que los artistas grabasen más material del que luego entraba en los elepés, pero no que no quedase reflejo ni testimonio por ninguna parte”.

¿Qué podemos esperar de estos descubrimientos? Desde luego, mucho más de lo que cabría imaginar de unos descartes, esas canciones teóricamente inferiores que los artistas, conscientes de sus limitaciones, terminan marginando. De las sesiones del segundo elepé, Camilo Sesto (1973), han aflorado, por ejemplo, un par de baladas, Soledad y la extraordinaria Volarás, con unas orquestaciones que recuerdan al rutilante “sonido Torrelaguna” que imprimía Rafael Trabucchelli a los discos de Hispavox, la escudería discográfica española más poderosa de la época.

Cuando alguien se enamora (que se barajó para Camilo, de 1974) o Abrázame (de Amor Libre, 1975) son menos llamativas, pero el nivel vuelve a dispararse en los tiempos de Sentimientos, el celebérrimo álbum de 1978 que incluía Vivir así es morir de amor y que condujo a su firmante a reventar el Madison Square Garden de Nueva York ante 45.000 seguidores que le aclamaron como “The Sinatra of Spain”. En aquel momento, Sesto dejó sepultadas en el estudio la muy estimable Solo pienso en usted y un soberbio original de Juan Carlos Calderón, Ahora o nunca, que su autor acabaría entregando ese mismo año al cantante mexicano José José. La pieza, de melodía preciosa y progresión armónica, es un prodigio, aunque puede que a Blanes le chirriara el tono algo paternalista y desdeñoso hacia la mujer que se trasluce en la letra.

Quizá el añadido más insólito al catálogo lo representa Winning, una composición original en inglés de 1980 aparecida en una cinta de cassette y, en apariencia, no vinculada a ningún álbum en concreto, aunque la calidad del sonido sigue siendo buena. Parece un atisbo de acercamiento a la canción de autor y gravita en torno a una infrecuente guitarra acústica, aunque sin renunciar a los arreglos orquestales. Los años ochenta, con un sonido más orillado a los sintetizadores, figuran representados con dos últimas sorpresas, Demasiado joven (de los tiempos de Con Ganas, en 1982) y la sorprendente Pobre mundo, que Camilo no quiso incluir en Agenda de baile (1986), su primer gran fracaso discográfico, tras el que desapareció durante cinco años de la circulación. Seguramente hizo mal: la canción es pegadiza, está muy bien construida (y arreglada por un ilustre de la época, Joaquín Torres) y dibuja a un protagonista rebelde, orgulloso de sí mismo y de sus singularidades, un perfil que habría favorecido a su intérprete.

Pepe Herrero, que fraguó una “bonita relación” con Sesto durante los preparativos del disco Camilo Sinfónico (“era un caballero y un entusiasta, un hombre muy respetuoso, de educación increíble y una humildad solo al alcance de los más grandes”), no pudo llegar a preguntarle por ninguna de estas grabaciones fantasma, puesto que los descubrimientos son muy posteriores al fallecimiento del artista. Solo supo de la existencia de una rareza pintoresca que también aflora en Camilo Forever, una versión de la célebre Melina (1975) transfigurada en María. Sesto la compuso inspirándose en la actriz y cantante griega Melina Mercouri, pero algún directivo de Ariola encontró demasiado exótico aquel nombre y le insistió al cantante para que lo transformase en María, “mucho más identificable y universal”. “Camilo me contó que había grabado a regañadientes una versión donde decía ‘María’ y no ‘Melina’, pero que al final, afortunadamente, se había salido con la suya. Ahora sabemos que aquella historia era del todo cierta”, relata Herrero.

¿Podrían aparecer otras joyas ignotas en los archivos del más ilustre hijo predilecto de Alcoi? Desde Sony, Cifuentes se encoge de hombros: “No me atrevo a decir que no”. Herrero agrega que todavía “quedan cintas pendientes de ser escuchadas y catalogadas, porque grabó muchísimo”, así que cruza los dedos. Pero si algo deja claro esta historia es que la figura de Camilo Sesto merece una revisión rigurosa que se aleje de anécdotas, extravagancias y errores en el tramo final de su carrera.




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